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#TesorosDeGuadalajara: Pastrana

  • Foto del escritor: Laraprzjmn
    Laraprzjmn
  • 6 ago 2020
  • 4 Min. de lectura

Como describía Camilo José Cela en su libro Viaje a la Alcarria: “Pastrana es un pueblo grande y probablemente con media docena, entre fondas, posadas y paradores, de sitios donde elegir”. Y aunque hayan pasado más de 70 años desde esa primera impresión del famoso escritor, el tiempo le sigue dando la razón, especialmente en esa sensación de encontrarse en una ciudad medieval, la que tuvo el autor al entrar en la Plaza de la Hora.


Dicha plaza es la más característica del pueblo. Cuadrada, con el palacio ducal a un lado y unas vistas panorámicas de verde vegetación al otro. Para entrar en ella desde fuera se tiene que traspasar un arco, también inconfundiblemente medieval. Pero lo que más destaca en este lugar no son ni las vistas ni el palacio en sí. Quizá para muchos resulte desapercibido, pero allí existe un balcón cuya historia ronda los 500 años. Y es que en ese mismo palacio estuvo encerrada, por orden de Felipe II, Ana de Mendoza de la Cerda, más conocida como la Princesa de Éboli. La historia dice que la princesa tan solo podía salir una hora al día al balcón y su cautiverio tendría que ver con la muerte de Juan de Escobedo, de la que se le acusó de cómplice junto a Antonio Pérez, aunque el rey Felipe II quiso mantenerlo en secreto, por lo que las razones siguen siendo un misterio.

Balcón de la Princesa de Éboli

Pero no fue el único conflicto que tuvo Ana de Mendoza. Cuando su marido murió, la princesa quiso ser monja junto a todas sus criadas, lo cual le fue concedido por Santa Teresa de Jesús, fundadora del convento de las carmelitas descalzas. La princesa llevaba una vida diferente al resto de monjas y seguía sus propias normas, por lo que se encontró con varias quejas por parte de sus compañeras carmelitas. Esto junto con la orden del rey de volver con su familia y la decisión de Santa Teresa de trasladar el convento a Segovia, hizo que la princesa de Éboli se tuviera que desentender de esta nueva vida que había adquirido al quedarse sola en Pastrana.


Con toda esta historia no es de extrañar que Pastrana cuente con festividades que recreen estos momentos. Las Fiestas Ducales celebran justamente el Siglo de Oro Español, momento de mayor esplendor del pueblo. De esta forma, la villa se convierte en escenario de teatros, títeres, conciertos de órgano, mercado renacentista y jornadas gastronómicas, entre otras actividades. Aunque, sin duda, una de las más atractivas es el desfile de trajes, donde se muestran personas reales desfilando con vestimentas propias del renacimiento, hechas a mano, imitando a reyes, príncipes, nobles, soldados y músicos. Otra festividad típica es la conocida en más pueblos de la zona: los Mayos. En Pastrana se celebran de diferente manera, pues el pueblo cuenta con ocho cruces de mayo repartidas por sus calles que son adornadas para la ocasión con varios tipos de flores. El 30 de abril por la noche, los vecinos se reúnen junto a la rondalla para cantar los mayos en sus plazas y bajo la luz de una hoguera, invitar al resto de vecinos a pastas y limonada. Así, el día 1 dan la bienvenida al mes de las flores decorando las cruces con mantones y fotografías religiosas que los vecinos tengan en sus casas en honor a la Santa Cruz.

Fiestas Ducales (Fotografía: Asociación Española de Fiestas y Recreaciones Históricas)

Por otro lado, la Villa Ducal también celebra durante dos días un homenaje en honor a un alimento típico de la zona: la miel. La Feria Apícola celebró el pasado mes de marzo, días antes de que se decretara el estado de alarma, su XXXIX edición, lugar de encuentro para apicultores de diferentes regiones de España y de Europa, además de políticos, representantes de las administraciones y vendedores de equipamiento apícola. Aunque si eres un ciudadano de a pie como yo, puedes acercarte simplemente a ver los diferentes productos artesanos que venden, y no solo tarros de miel, sino también caramelos y cacao de labios.

Feria Apícola (Fotografía: ABC)

Siguiendo en la línea del “qué ver en Pastrana” no podía faltar comentar la Colegiata Nuestra Señora de la Asunción. A simple vista puede parecer una típica iglesia, pero en su interior se guardan maravillosos tesoros, como un Cristo Crucificado de estilo gótico, un órgano barroco, la cripta de los Duques de Pastrana y una colección de tapices flamencos originales del siglo XV. Aunque para llegar hasta allí no está de más desviarse un poco hasta llegar a la fuente de los cuatro caños. Se trata de una plaza protagonizada por una gran fuente y rodeada por más calles estrechas, típicas del pueblo, en las que las cuestas pronunciadas merecen la pena tan solo por el paisaje que dejan.


Colegiata Nuestra Señora de la Asunción

Y es que Pastrana, si no tuviese su historia y sus festividades, sería igual de bonita por su paisaje medieval: sus calles estrechas y empinadas, sus carreteras de piedra, sus casas antiguas… Más aún en los meses de calor y sol, cuando se puede disfrutar verdaderamente de un turismo rural como este. Al menos así pensaba Camilo José Cela: “cuando el verano está ya cerca y los días son más largos, la luz más clara y la temperatura más benigna […] los pueblos tienen otra cara más alegre, más optimista, más jovial”.

 
 
 

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