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Mi ciudad Erasmus

  • Foto del escritor: Laraprzjmn
    Laraprzjmn
  • 27 feb 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 28 feb 2019

Una de las ofertas que más me llamaban la atención al empezar la carrera era cursar un año en otro país, ¿acaso necesitas algo más para convencerte? En mi caso, la respuesta siempre fue "No".


Asistir a una charla fue suficiente para querer empezar con los trámites, esa parte de la que nadie habla pero todos odian. Elegir país siempre es lo más difícil, por eso lo más sencillo es que el país te elija a ti.


Tres opciones dejaban escoger y, por sorpresa, fue la tercera la que salió ganadora en mi lista. Por supuesto, la emoción no fue menor, desde el primer momento que vi Siena (Italia) en el papel estaba ya buscando la ciudad en el mapa para saber qué paisajes tendría cerca y visitarlos. Como una niña de 3 años con su primera gominola y con muchas ansias de viajar lo recuerdo. Para nada era mi opción favorita, ni si quiera me lo había replanteado seriamente, pero la sorpresa al llegar por primera vez a esa ciudad medieval, llena de luz y calor, fue altamente grata.


He de decir que, por imprevistos, mi primera noche en esa experiencia que ansiaba vivir fue en Florencia. No se si fue esa noche o la semana siguiente, cuando tuve que volver sola a pasear entre sus calles, pero la ciudad me enamoró completamente. Es arte y es vida al mismo tiempo, sin duda la ciudad más bonita que tiene la bota del mediterráneo. Aunque toda la Toscana tiene paisajes que envidiar.

Siena no se queda atrás. Más medieval que la capital de la Toscana, la ciudad tiene su encanto. Pasear por la Piazza del Campo de día trasmite sensaciones diferentes a pasear por la noche. Ver las maravillas del Duomo al lado de tu casa y darte cuenta tiempo después que, lo que ves cada día al salir por la puerta, no es nada más que la parte de atrás. Por delante es aun más increíble. Hacerte una foto en el mirador de San Domenico e ir a comer pizza al Pomodorino tampoco puede faltar en la visita.


Pero si hay algo de lo que los sieneses pueden estar orgullosos es de sus tradiciones, las cuales llevan infinidad de años vigentes y las viven con la misma intensidad que sus antepasados. Hablo de las contradas.


Poca gente conoce esta historia y es una pena, pues ver Il Palio en julio o agosto es una cosa, pero saber por qué la Chiocciola odia a la Tartuga, el Drago es una de las más grandes o la Selva tiene su propio jardín en mitad de un callejón, es otra diferente.

Seguramente el verano sea la mejor época para visitar esta ciudad. Las terrazas se llenan y los sieneses aprovechan sus vacaciones para poder asistir a este evento tan importante. La música no falta y las fiestas no pueden ser más temáticas. Cada contrada celebra la suya y puedes encontrarte una noche con una mesa larga en mitad de la calle, llena de comensales celebrando quién sabrá qué. Una cultura para vivirla, desde luego.


Siena tiene mucha historia y vivir entre sus murallas y sus enormes puertas es algo único. Puede que no sea la ciudad con más fiesta, ni la mejor comunicada con el resto de Italia. Tal vez no sea la más recomendada para hacer un Erasmus, pero si de algo estoy segura es que, si te gusta el arte y la historia tienes que ir, al menos una vez en la vida, e intentar compartir la emoción de Il Palio con sus residentes. Estarán encantados de acogerte.


Y como todo lo bueno, al principio del verano se acaba la experiencia más intensa que has vivido a lo largo de tu vida y vuelves a una rutina que tenías olvidada. Es verdad eso que dicen de que un pedazo de ti se queda en el país que abandonas, sin saber si volverás algún día. Especialmente si has aprendido su lengua oficial y no tienes a nadie en tu destino de origen con quien seguir practicando. Las ganas de irse lejos aumentan durante tu vuelta, pero los viajes ahora son de 4 o 5 días. Es el primer paso para no tener miedo si en un futuro tienes que abandonar tu hogar, coger una avión y empezar una nueva vida lejos.

Siena







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